La ciudad de Gouda se encuentra en Holanda del Sur a una distancia equidistante entre las ciudades de Utrecht, Róterdam y La Haya; en la confluencia entre el río Gouwe, posible culpable del nombre de la ciudad, y el río Hollandse Ijssel. Gouda siempre ha sido una ciudad importante para la historia de los Países Bajos e incluso se convirtió en una de los enclaves comerciales más fuertes del país en la Edad Media. Esto se debe en gran parte a su cercanía al río, ya que a través de este Gouda conectaba con diversos puntos del país y del resto de Europa.
En el siglo X el lugar en el que se sitúa actualmente la ciudad era tan solo una zona pantanosa con bosques y ríos. Sin embargo, durante los siglos posteriores los lugareños se encargaron de trabajar el territorio, extraer la turba y crear canales y conexiones con los ríos adyacentes para hacer de la ubicación un lugar habitable.
No obstante, no sería hasta la baja Edad Media cuando la prosperidad llegó a la ciudad y esta llegó en 1395 de la mano de un mercado de quesos que surgió en la Plaza Markt de Gouda y que se haría famoso en toda la zona. De hecho, casi podríamos decir que el queso Gouda es más famoso que la propia ciudad. ¿Y sabéis lo mejor? Ese queso ni siquiera se producía en Gouda, sino que era producido por los campesinos del país que, tras su producción, viajaban a la ciudad para comerciar con ellos.
Lamentablemente, las épocas prósperas no duran para siempre y los siglos posteriores trajeron malas noticias para el país en general: la guerra de los Ochenta años que enfrentó a españoles y holandeses y que culminó en 1648 con la independencia de los Países Bajos; la ocupación francesa de finales del siglo XVII; las guerras anglo-neerlandesas, conocidas en los Países Bajos como «Engelse Zeeoorlogen» o «Guerras marítimas inglesas», que tuvieron lugar a lo largo de los siglos XVII y XVIII; epidemias como la de la peste o la del cólera… Desde luego, motivos no faltaron para que Gouda se viera sometida a una recesión de la que tardó mucho en salir.
Tendríamos que esperar hasta el siglo XX para comenzar a reconocer a la actual Gouda: se demolieron las murallas que rodeaban y protegían la ciudad, se desecaron nuevas tierras, se rellenaron antiguos canales y puertos y, en general, se expandió la ciudad. Desgraciadamente, también fue en esta época cuando el mercado de quesos, que tanta riqueza había aportado y que era tan característico de la ciudad, desapareció. Pues, aunque durante la primera mitad de siglo nadie lo habría vaticinado —solo en 1937 se vendieron alrededor de 4,5 millones de kilos de queso en el mercado—, el crecimiento de la producción mecanizada en fábrica y los nuevos métodos de comercio provocaron un vertiginoso descenso en la producción artesanal a mitad de siglo, lo que condujo finalmente a la desaparición del mercado de quesos de Gouda.
A día de hoy, Gouda todavía conserva intactas muchas joyas de su rico pasado: una muestra de ello es el edificio De Waag, que funcionó como balanza desde su construcción en el siglo XVII hasta los últimos días del mercado de quesos. También el ayuntamiento, un preciosísimo edificio del gótico flamígero construido en el siglo XV o la Iglesia de San Juan, que contiene unas vidrieras de más de cuatrocientos años de antigüedad que han sido nombradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Y por último, un regalo para los más nostálgicos: si tienes la suerte de visitar Gouda en verano podrás disfrutar de su mítico mercado de quesos. Y aunque tan solo es una recreación para el visitante, os podemos asegurar que al ver los quesos de 15 kilos transportados en los carruajes y la tradicional forma de comercio de este producto, creerás haber viajado en el tiempo.